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João do Rio, orgullo LGTBI en la Academia Brasileira de Letras: 1919


João do Rio, pseudónimo de Paulo Barreto, ofreció posiblemente la primera muestra de orgullo LGTBI de la historia de la literatura brasileña. Ocurrió casi hace un siglo y supuso una de las primeras grandes polémicas de la Academia Brasileira de Letras.

A pesar de ser el principal artífice de la profesionalización del periodismo en Brasil, y padre de un género tan fundamental como la crónica, e incluso perteneciendo a una clase pudiente, a João do Rio le costó ganarse el beneplácito de la flor y nata de la literatura de la época. Tal vez porque vivió entre dos mundos tan diferentes como el realismo y el modernismo, tal vez porque estaba muy lejos del estilo brasileño de escritura a la vez que extremadamente cerca de todo lo que sucedía en su ciudad, Río de Janeiro, a todos los niveles. Tan bien conocía los vaivenes políticos como todo lo relacionado con el mundo de la mendicidad, la drogadicción o los dramas carcelarios. O tal vez fuese porque el universo de João do Rio se complicaba al ser negro –aunque su padre era un profesor blanco, lo cual le otorgó otro estatus en el Brasil de la época– y homosexual.

La Academia Brasileira de Letras, liderada en su creación por Machado de Assis, le aceptó, por fin, en mayo de 1910, siendo el segundo ocupante de la silla número 26, tras Guimarães Passos –fallecido un año antes–. Pero la relación con la Academia del autor de El alma encantadora de las calles y Vida vertiginosa nunca fue sencilla. El segundo ocupante de la silla número 20, Emílio de Meneses, falleció en 1918, y pronto se comenzó a apostar por quién era el mejor colocado en la línea de sustitución, y en todas las apuestas ganaba Humberto de Campos: enemigo a muerte de João do Rio.

Humberto de Campos, autor con bastante fama en la época, venía criticando desde hacía años el estilo tan novedoso y rompedor de los escritos de João do Rio. Faltaba al respeto, además, a la orientación sexual del cronista carioca. João do Rio, durante aquellos meses de 1918 y parte de 1919, presionó a los que por aquel entonces presidieron la Academia Brasileira de Letras en una época de cambios –se sucedieron Rui Barbosa, Domício da Gama y Carlos de Laet– para no aceptar en la institución a un homófobo como Humberto de Campos.

El 30 de octubre de 1919, sin que de nada sirviera la presión de João do Rio, fue aprobada la entrada de Humberto de Campos en la Academia Brasileira de Letras. Aquel hecho desembocó en una decisión insólita: el abandono de uno de los académicos. João do Rio, a modo de protesta pública, nunca más volvió a sentarse en la silla 26. Nunca más volvió a pisar por allí, decepcionado por sus propios compañeros. El cronista volvía a romper moldes, porque aquel movimiento era algo impensable entre la élite literaria brasileña de las primeras décadas del siglo XX.

Hoy se puede ver la tumba de João do Rio fuera del panteón del resto de inmortales académicos en el Cementerio São João Baptista de Río de Janeiro. Se quedó al margen. Así le había dicho a su madre que debía ser, meses antes de fallecer debido a un infarto en el interior de un taxi, tan solo un año y medio después de la muestra de orgullo LGTBI en la Academia. Como ningún académico dejaba de serlo oficialmente hasta su muerte, su sustituto solo tomó posesión tras su fallecimiento. La silla 26 recibió a su tercer ocupante: Constâncio Alves.

Un siglo después la lucha sigue en todo el mundo. De la forma que sea: con manifestaciones multitudinarias, con gritos, con leyes, con besos o con desplantes como el del inolvidable João do Rio.

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