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El pensamiento anticolonial avanza y rellena páginas de libros

Actualizado: 23 sept 2020


La lisboeta Grada Kilomba, escritora, psicóloga y artista interdisciplinaria, ha sido la gran estrella de la Fiesta Literaria Internacional de Paraty (FLIP), en Brasil, una de las cumbres culturales de América Latina, celebrada este mes de julio. Justo cuando iba a subirse al escenario para la charla que todo el mundo estaba esperando, le anunciaron iban a ser proyectadas unas imágenes, a modo de sorpresa, y que le iban a gustar. “Un momento”, interrumpió Kilomba, “¿qué imágenes son esas?”. Se trataba de un homenaje a los africanos esclavizados, una evolución de las máscaras que les colocaban. Era una referencia al mayor éxito literario de la escritora, Plantation Memories: Episodes os Everyday Racism (Unrast Verlag, 2008). “No”, sentenció ella. “En mis charlas esas imágenes no se muestran”.

Las raíces de Kilomba vienen de Angola y de Santo Tomé y Príncipe, vive en Berlín, y es una de las intelectuales que está impulsando el cambio de narrativa, la evolución del pensamiento anticolonial, que avanza y retoma el vuelo en este siglo XXI. Sin permiso de Europa, que intenta perpetuar lo contrario. En la FLIP creían que estaban haciendo algo educativo y pedagógico. “Para mí, que vengo de otro lugar, y que estoy en otro contexto, esto fue superado hace treinta años”, explicaba la autora, que comprendió la buena intención. “Ya no mostramos estas imágenes en público, no creamos este fetichismo, no exponemos el cuerpo negro violentado y brutalizado”. Lo relataba Grada Kilomba en uno de los paneles de la jornada “Arte, acción y pensamiento anticolonial”, punto central del encuentro de ferias literarias entre la mencionada FLIP y la FLUP (Fiesta Literaria de las Periferias), en el Museo de Arte de Río de Janeiro (MAR), el pasado lunes 15 de julio. En el cartel del evento destacaba también el angoleño Kalaf Epalanga, escritor, músico y productor, líder de la banda Buraka Som Sistema, que, continuando con esta creación del pensamiento anticolonial, arremetió directamente contra la lengua portuguesa. “Una lengua que no es nuestra. No tengo especial amor por ella. Me permite comunicarme, pero podría ser cualquier otra”.

La lengua castellana y la francesa están al mismo nivel de colonialismo por más que a veces se blanquee la historia aludiendo a que el idioma es el nexo de unión cultural de toda una región. “Las palabras oprimen”, señalaba Kalaf Epalanga. “La lengua fue la primera herramienta de opresión. Lo primero que hicieron fue eliminar nuestros nombres”. Para el creador angoleño, la lucha contra el pensamiento colonial será eterna porque “lo que pasó en la colonización no tiene reparación”. Este proceso colonizador consiguió, además, que los medidores y contadores de la historia de todos los países invadidos se resetearan a partir del momento de dicha invasión, borrando todo lo anterior. “Existe una memoria antes de la llegada de los portugueses”, subraya, “y sobre esa memoria yo construyo mi identidad”.

A esta guerra contra el colonialismo de las lenguas se sumó también Grada Kilomba. Afianzó su posición, sobre todo, cuando diez años después vio las traducciones al portugués de Portugal y al portugués de Brasil de su Plantation Memories, originalmente publicado en inglés –también símbolo colonial, pero más universal y sobre todo gramaticalmente ecuánime– por una editorial alemana. “La lengua portuguesa fue fundamental para el proyecto colonial portugués, no es la lengua más bella del mundo, transpira violencia y transpira poder”. Kilomba se topó con términos que en portugués existen solo en la condición y el género masculino, o existen únicamente en el binarismo. “No hay en la lengua un lugar neutral, ni para todos los géneros”. Al ver que de esa forma era complicado que el texto ayudara a la construcción del pensamiento anticolonial, comprendió que en las nuevas ediciones tendría que añadir una introducción explicativa. “Brasil, como Portugal, vive en un mundo muy cerrado, el mundo lusófono, esa celebración constante de ese mundo imperial, colonial, que yo creo que es vomitivo”.

El cantante y compositor bahiano Quito Ribeiro, que interactuó con Kalaf Epalanga en el panel dedicado al lenguaje musical, confía en que esta construcción del pensamiento anticolonial vaya a más a medida que la población negra gana fuerza en las aulas de enseñanza superior en Brasil. “La nueva universidad poscuotas [en referencia a las cuotas raciales implantadas hace quince años] creará la relación Sur-Sur. No es casualidad que el monstruo que está en la presidencia quiera acabar con ellas”. El objetivo es que el conocimiento africano pueda llegar a Suramérica de manera directa, sin la obligatoriedad de contar con el tradicional visto bueno europeo. Esta conexión Sur-Sur, saltándose las escalas, se antoja fundamental para relanzar el pensamiento anticolonial, en plena era de globalización y redes sociales. Los países colonizados siguen persiguiendo la independencia cultural e intelectual que se les niega. Lo avisaba en 1891 uno de los pioneros, el cubano José Martí, en su ensayo titulado Nuestra América: “Ni el libro europeo, ni el libro yanqui, daban la clave del enigma hispanoamericano. Se probó el odio, y los países venían cada año a menos”.

Otro de los conceptos que se analizó en la jornada, en la misma charla en la que participó Grada Kilomba, fue uno de los que más se manosean entre el liberalismo occidental: la meritocracia. “Veo titulares hablando de mí que dicen ´De la favela a la FLIP´, como si hubiera agitado las alas y aterrizado aquí”, contaba Conceição Evaristo, que a sus 72 años es considerada la reina de la actual literatura negra en Brasil. Ante esos titulares, la aclamada escritora se esfuerza en “huir de la meritocracia”, desterrar esa idea, que vende mercantilismo disfrazado de igualdad de oportunidades. El aparato racista está estructurado tan milimétricamente que es difícil asegurar hasta cuándo seguirán partiendo las clases sociales desde diferentes líneas de salida. Solo alguien procedente de un país colonizador, o alguien con el pensamiento colonizado, puede lanzarse a hablar de meritocracia en África o en América Latina. Tal vez por eso Conceição Evaristo no ha logrado aún acceder a una de las sillas de la Academia Brasileña de Letras, un club de treinta y cinco hombres blancos, un hombre negro, cuatro mujeres y mucho pensamiento colonial.

Fotografías: Roberto Parizotti/ Fotos Publicas.

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