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Lucha por la presencia masiva de literatura negra, en todas partes


El titular y el concepto de este artículo es una idea que se lanza rápido pero cuyo proceso es desesperadamente lento. Es como un post-it que se pega en la mesa y que se arruga con el paso de los meses. El pasado sábado 9 de diciembre tuvo lugar en la Casa França de Río de Janeiro la Festa da Literatura Negra, FLIN, organizada por la editorial Malê. “La fiesta fue bastante provechosa para ampliar el diálogo cualificado con algunos actores sociales envueltos en la producción y divulgación de la literatura producida por escritoras y escritores negros”, comentaba al final de la jornada el editor de Malê, Vagner Amaro. “La presencia de público fue la esperada y la venta de libros fue muy significativa, lo que comprueba el interés en la literatura negra, que promueve la Editora Malé, entre otras.”

Durante todas las charlas que componían el acto, sobresalía el carácter necesariamente reivindicativo de la cita. ¿Acaso se puede encarar una fiesta sobre literatura negra de alguna otra manera? “Durante el evento, muchas intervenciones indicaron que el hecho de que el evento hubiera sido realizado en la Casa França fue un punto muy positivo, así como la organización de la fiesta como acto político”, destacaba Amaro, “para la construcción de condiciones reales para ampliar la presencia de la literatura negra en las escuelas, bibliotecas, centros culturales, eventos literarios, medios de comunicación y librerías.”

¿Pero cómo se consiguen estas condiciones reales para la presencia de la literatura negra? Dependiendo del país, la literatura negra no puede representar dos baldas de las estanterías de las librerías, como si de literatura nórdica se tratara. Eso no se puede consentir. Es indignante que en las mayores librerías de Río de Janeiro el lector sufra para encontrar algún libro escrito por una mujer negra. En países como Brasil, Colombia o Estados Unidos, por ejemplo, es necesario conseguir la presencia que corresponde. Hay que pelear por los derechos ante los gobiernos de turno. Plantar cara a las secretarias de cultura de cada estado, de cada municipio.

Pero la diversidad de la literatura negra, todo lo que aporta a la cultura universal, debe ir ennegreciendo los cuatro puntos cardinales. A la Península Ibérica, por cercanía cultural y por consanguinidad, debería llegar también de manera natural. Dentro de la propia España, la literatura afroespañola irá ganando hueco con el tiempo, aupada por el tejido asociativo.

En la fotografía superior: el superintendente de lectura y conocimiento del estado de Río de Janeiro, Juca Ribeiro; los autores Elaine Marcelina, Cassia Vale y Sandro Lopes, y el editor y propietario de la editorial Malê, Vagner Amaro. Son solo algunos de los protagonistas de una cita literaria y luchadora que esperamos que se repitan muchas veces en Brasil y en otros países del mundo.

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