La Feria del Libro de Madrid, en el Parque del Retiro, es la mayor fiesta literaria de España. Tanto el escenario como el ambiente podrían considerarse inmejorables. Para el paseante (futuro lector tal vez) es una gozada, y para el feriante (quizás editor, quizás librero) suele compensar, se hace algo de dinero y casi siempre la imagen sale beneficiada, tras mucho sudor y dolor de espalda. Es un éxito de inicio, porque escribir un libro es un gran esfuerzo y editarlo también.
Sin embargo, dos dudosas estampas sobresalen en la Feria del Libro de Madrid. La primera es la de una cola enorme ante una caseta, símbolo del éxito de la autora o el autor de turno. Muchas veces, al regatear la cola y asomarse para ver quién es esa autora o ese autor es cuando llega la decepción. Resulta que es el famosete, con perdón, de cualquier programa del corazón (o sucedáneo) al que le han preparado un libro de usar y tirar y tiene promo a tiempo completo en el canal 3, 4, 5 y 6. Es decir, comienzan las malas noticias. Dentro de poco nos encontraremos toreros.
La segunda estampa es la de una autora o un autor solo, abandonado, en su puesto de firmas de libros, sin nadie que se pare ni para saludarle. Es la soledad de la literatura. La cantidad de autoras y autores olvidados asusta. Por delante de ellos, el desfile de paseantes. Paseantes que están de acuerdo en que la fiesta literaria es maravillosa y el ambiente podría considerarse inmejorable. En definitiva, una gozada. El paseante (potencial lector, quizá comprador) de vez en cuando se anima a mirar el letrero que está justo encima de la cabeza de la autora o autor, en la marquesina de la caseta en cuestión. Se anuncia la firma. Se informa de las dos horas o tres que el autor estará allí cargando con su soledad. Al paseante el nombre ni le suena. A veces le suena de algo pero la cara, por supuesto, no la conoce. Y, cómo no, si no hay nadie junto al autor, por algo será, piensa el paseante.
El colmo del desatino es cuando un cliente confunde al autor que está (o que debería estar) firmando, de tan aburrido que luce, con uno de los libreros. Y le pide un libro. Sí, esto es habitual. Y es mejor reír que llorar. Simplemente es otra mala noticia: estas ferias son para famosos o para escritores best sellers. Y para paseantes.
Recuerdo un viaje con el autor brasileño Santiago Nazarian a la Feria del Libro de Zaragoza. Nazarian compartía caseta y firma con un autor local. Eran dos horas de firmas y a los cinco minutos se puso a llover desesperadamente. Nazarian firmó cuatro libros (tres de ellos visitas de amistades de los editores) y el autor local se puso de morros porque solo firmó dos. Casi lo celebramos como una pequeña, inesperada y satisfactoria victoria. Solo un par de horas después nos dimos cuenta de que, en realidad, había sido una derrota conjunta, doble y estrepitosa. El dolor de espalda y el sudor en el autobús de vuelta así lo atestiguaban.
Pero levantemos el ánimo, la edición de 2017 de la Feria del Libro de Madrid (del 26 de mayo al 11 de junio) cuenta, como siempre, con cientos y cientos de firmas. Aprovechamos para recomendar unas poquitas, para no agobiar. Por supuesto, Carla Guimarães (“Los últimos días de Carnaval” y “Peces que llueven del cielo”), que firmará el jueves 8 de junio en la caseta 54 de 19h a 21h, de la librería Traficantes de Sueños; y también Lucía Mbomio (1 de junio, caseta 281, de 17:30h a 21:30h), Fernando Aramburu (2 de junio, caseta 136, de 19h a 21h), Ian Gibson (2 de junio, caseta 193, 19h a 21h), Ray Loriga (3 de junio, caseta 356 de 12h a 14h), Nieves Concostrina (4 de junio, caseta 49 de 19h a 21h), Javier Gallego Crudo (4 de junio, caseta 54 de 19h a 21h) y Luis García Montero (4 de junio, casetas 44 y 57, 14h y 21h).
Especialmente recomendable es seguir la pista a los autores portugueses que estarán presentes en la Feria del Libro de Madrid. Portugal es el país homenajeado y el paseante podrá toparse con personalidades tan dispares como Eduardo Lourenço, Gonzalo Tavares, Nuno Júdice o Catarina Sobral.