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Catástrofe del Museo Nacional como alegoría de la República brasileña en llamas

Actualizado: 23 sept 2020


La crisis de credibilidad de la política brasileña ha encontrado la alegoría perfecta a un mes de las elecciones presidenciales: la gigante tragedia que supuso anoche el incendio y destrucción del Museo Nacional, en el parque de la Quinta de Boa Vista (Río de Janeiro). Uno de los mayores acervos culturales, documentales y científicos de América Latina ha desaparecido casi por completo fruto de la falta de mantenimiento y los recortes presupuestarios, y ahora sirve de arma arrojadiza entre los candidatos a la presidencia.

En el palacio que albergaba el museo fue donde se certificó la independencia del país, en 1822 –era la residencia oficial de la familia real, primero, y la familia imperial, después–, y fue donde se articularon los trabajos de la asamblea que elaboró la Constitución de 1891, la primera de la República brasileña. El museo contaba con dos siglos de vida y pertenecía a la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), dependiente del ministerio de educación. El fuego comenzó a las siete y media de la tarde, cuando ya se había cerrado el horario de visitas y había caído la noche en la ciudad. Solo había cuatro vigilantes. Ninguno de ellos estaba en el interior del edificio en el instante del primer fogonazo –causas aun desconocidas–.

Las salas del museo no contaban con sistema contra incendios. La estructura necesitaba una rehabilitación integral y urgente, los techos y suelos de madera estaban devoradas por las termitas. Los bomberos, que seguían trabajando bien entrada la madrugada, se quedaron sin agua varias veces –los hidrantes más cercanos estaban vacíos– mientras el fuego avanzaba desde la parte delantera hasta la trasera, pasando por los bloques laterales, y arrasándolo todo

Lo primero que ha hecho el actual ministro de cultura, Sérgio Sá Leitão –en el cargo desde hace un año y dos meses– ha sido sacudirse la responsabilidad, alegando que el Museo Nacional “no es responsabilidad directa del Ministerio de Cultura porque pertenece a la UFRJ.” Añadió, además, que el incendio ha llegado justo cuando acababan de firmar un acuerdo con un patrocinador, el Banco Nacional de Desarrollo (BNDES), tras las negligencias de los pasados años. “No se llega a condiciones como en las que estaba el museo sin que haya pasado mucho tiempo sin tomarse las medidas que tenían que haber sido tomadas”.

Ese tiempo al que se refiere el ministro de cultural del Gobierno de Michel Temer es el tiempo en el que el Partido dos Trabalhadores estuvo al frente del Ejecutivo, primero con el presidente Lula da Silva (2003-2010) y posteriormente con la presidenta Dilma Rousseff (2010-2016). El suceso coincide justamente con el fin de semana en el cual el Tribunal Superior Electoral ha dejado fuera de la campaña a Lula, que no podrá presentarse a las elecciones. Su sustituto será Fernando Haddad, exalcalde de São Paulo, que tendrá como candidata a vicepresidenta a Manuela D´Ávila (Partido Comunista do Brasil). Precisamente la diputada portoalegrense, y también Guilherme Boulos (candidato presidencial por el Partido Socialismo y Libertad, PSOL), han sido los más rápidos en señalar al gobierno Temer como causante de la dejadez institucional en lo referido a patrimonio histórico.

Forman parte ya del recuerdo siglos de acervo histórico, bibliográfico, científico, etnográfico, arqueológico, paleontológico y lingüístico, entre otros ámbitos. Veinte millones de piezas en total; así como las mayores colecciones suramericanas sobre fósiles, cultura egipcia, greco-romanas, indígena y clásica. En el incendio han desaparecido también, como atracciones más llamativas para el público general, la recreación del dinosaurio Maxakalisaurus topai, basada en el muestrario de restos hallados, y el fósil humano más antiguo encontrado en el país, Luzia, una mujer de 25 años y 1,50m de altura que vivió hace doce mil años en la región en la que hoy se sitúa el estado de Minas Gerais.

El subdirector del Museo Nacional, Luiz Fernando Dias Duarte, corroboraba la versión del ministro de cultura sobre el patrocinio que en teoría iba a salvar a la institución: “Estábamos cerrando una colaboración con el BNDES que incluía la protección contra incendios, esa es la ironía”. Pero protestaba de la falta de relación con el poder público: “Era una negociación con un banco, nunca conseguimos nada directamente con el Gobierno Federal.” Según el subdirector, venían reclamando ayudas económicas desde el año 2000 [el presidente era Fernando Henrique Cardoso] para la construcción de anexos que pudieran albergar parte del acervo cultural y científico del museo.

Otras palabras de presidenciables llegaron desde las candidaturas de Geraldo Alckmin y de Marina Silva. El exgobernador de São Paulo publicó en sus redes sociales que: “Ante la pérdida irreparable del mayor acervo museológico brasileño, debemos rescatar el compromiso de cuidar permanentemente, con consciencia e inversión, el patrimonio y la memoria del país.” Por su parte, la exministra de medio ambiente consideró la catástrofe como “una lobotomía en la memoria brasileña.” Silva acotó en el tiempo los recortes que, en su opinión, han llevado a este desastre: “Desgraciadamente, dado el estado de penuria financiera de la Universidad Federal de Río de Janeiro y del resto de universidades públicas en los últimos tres años, esta era una tragedia anunciada.” Con su afilada crítica, Marina Silva vuelve a cargar contra la gestión de la presidenta Rousseff –son enemigas irreconciliables desde que coincidieron en el consejo de ministros de Lula–.

Las llamas de este palacio clave en la historia brasileña deja más alegorías de la última década en Brasil. La distancia de 1.600 metros que separa el Museo Nacional y el estadio de Maracanã –santo y seña del gasto desmedido y la de la inversión descontrolada– puede ser otra de ellas. Porque el abandono del archivo de toda una república no ha sido cuestión de dinero: los recortes presupuestarios solo han definido prioridades, políticas públicas que han dejado de lado la memoria y la cultura de un país.

Fotos: Tânia Rego - Agência Brasil.


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