Es tranquilizador y emocionante ver a Chico Buarque de nuevo sobre los escenarios. Hubo quien pensó que nunca más se animaría a organizar una gira, y hay quien piensa que será la última.
Chico Buarque lleva una doble vida artística: sus discos han llegado a cada rincón de Brasil y han viajado por América Latina con facilidad –este último trabajo, Caravanas, es elegante y entrañable–, pero con su literatura se guarda más distancias, como si no fuera capaz de duplicar su talento.
Aquel que guarda esas distancias, se equivoca. A Chico Buarque se le lee subrayando las frases, como a los grandes, incluso con ánimo de memorizar alguna de sus ocurrencias. Sirva como ejemplo el primer capítulo de Estorvo, novela por la que logró el Premio Jabuti –el más prestigioso de las letras brasileñas– en 1992. Unas páginas absolutamente antológicas. En ellas se puede comprobar la soltura y la abrumadora solvencia con la que Chico Buarque va lanzando ideas provenientes de los más banales acontecimientos. La angustia de mirar por la mirilla de la puerta es solo una muestra. Observar a través de esta mirilla a un tipo con “una barba tan sólida y rigurosa que parece anterior al rostro”. Un tipo extraño pero que sin embargo “me conoce lo suficiente para saber que podría llegar a recibir a un extraño, pero que nunca abriría la puerta para alguien que realmente quisiera entrar.”
Mientras tanto hay tiempo para memorizar canciones también. En sus últimos conciertos está triunfando con Tua cantiga y Dueto, y regalando clásicos como Geni e o zepelim, A história de Lily Braun, A volta do malandro y Homenagem ao malandro. El público, por su puesto, se las sabe de carrerilla.
Pero hay que seguir subrayando. Chico Buarque sigue observando al extraño a través de la mirilla de la puerta, y es “capaz de morir allí en silencio”, sin mover ni un solo músculo. Chico Buarque suele romper esos silencios de cuando en cuando, y cada vez, muy a su pesar, está más en primera línea de fuego en lo político. Su posicionamiento ideológico ha hecho que en la actualidad coleccione fervientes seguidores y agudos enemigos. Por eso, a pesar de décadas de carrera, es tan difícil que consiga la unanimidad. O como él mismo escribe en Estorvo: “El empleado no sabe qué puerta de la casa merezco, pues no he venido a entregar nada ni tengo aspecto de visita.”
El arte de Chico Buarque, en definitiva, puede disfrutarse cantado, escrito, subrayado y memorizado. ¿Para qué elegir? Él ya hace lo más difícil, lo de duplicarse y mantenerse en lo más alto en ambas vertientes. Lo más fácil –dejarse llevar– es lo que nos toca a nosotros, desde el otro lado.